En las fiestas religiosas de gran caché: 40 horas, Corpus C., Sagrado Corazón de Jesús, San Lorenzo y otras, había una manifestación de fervor religioso que sobrepasaba cualquier rito, y era la PROCESIÓN CON EL SANTÍSIMO.
Después de un montón de rezos y cánticos en latín, cogía el Padre Mejía una custodia de oro con grandes piedras preciosas y envuelto en capas para la ocasión , comenzaba un recorrido por las naves del templo, bajo el Palio que portaban las honorables autoridades civiles y militares de la parroquia, entre quienes se mezclaban: Azarías, Jesús Agudelo, Marañas, Víctor Cardona, Rafael Castro, (mejor dicho, los de la hora Santa) y delante del Palio caminando de pa'tras para no darle la espalda a Jesús Redentor, iba el Reinito, que al igual que los anteriores tomaba un estandarte con pañuelos blancos y de cuya parte superior salían unas cuerdas que terminaban en borlas que a su vez eran recogidas con cariño por las señoras prestantes de la alta sociedad, todas de riguroso vestido negro y arreglo floral en las manos, de ese grupo alguna vez hizo parte tu mamá, Doña Celsa, Blanca y Soledad Vallejo, Misiá Toña, María Ospina de Noreña, más tarde de Ospina (Almacén Moden), doña Nina y algunas otras que van entrando al terreno del olvido.
La procesión era una fiesta:
- Sonaban las campanas de la torre.
Sonaban las campanas de los monaguillos.
Sonaba e órgano de Manuel Sisquiarco a todo taco.
Cada uno de los feligreses rezaba lo que se le ocurría.
Un asistente de la parroquia entonaba cánticos y pretendía que lo siguiera la feligresía.
Los presentes, de rodillas, giraban a medida que el Palio y el Santísimo da la vuelta a la iglesia, para no darle la espalda.
Incienso ventiado, humo y olor agradables que nos transportan al cielo.
Esa bullaranga terminaba cuando el Padre depositaba la custodia en el altar y se revivía con más ánimos cuando con ella nos daba lentamente la bendición y uno se hechaba una tras otra todas las bendiciones del mundo mientras duraba el episodio y quedábamos hasta de aureola.
Marañas era un viejo de apellido Lopera, familia procedente de las Camelias, pero residente en el Retiro, era el fontanero del Municipio y como tal se mantenía con una llave de expansión al hombro y un interminable cigarrillo Victoria en la comisura de sus labios. El viejo era intrascendente, pero alguna vez por El Retiro abajo (Calle Zea), al frente del hospital, comenzó a salir un agua por entre las endijas del pavimento y el viejo muy acertado, pensó que se había reventado un tubo del agua en alguna parte entre el hospital y plaza vieja. Allí se oyó por primera vez la expresión:
-Un tubo tuvo la culpa...
-Cómo le parece el problemita?
Pues el Señor ingeniero nos descrestó. Salió con un estetoscopio de chimbirilaco larguísimo, que se puso en los oídos y lentamente comenzó a auscultar el pavimento y a decir: por aquí va...
Al viejo no le faltaba sino la bata blanca para ser un Doctor de verdad, la manifestación aumentaba a su alrededor y en completo silencio como Él pedía, esperábamos el resultado que salvara al enfermo pavimento y cuando decía "por aquí va" soltábamos la respiración contenida y con gritos de júbilo casi levantábamos al hombre por los aires y hacíamos la ola; las Señoras de las casas vecinas le ofrecían agua, tinto, jugo y hasta gaseosa, pero el man imperturbable no se dejaba distraer de su importante trabajo. Muy arriba y al cabo de varios días apareció la avería y se disolvió la feria que ya tenía toldos para vender fritanga, vendedores de medallas, escapularios y estampitas de santos, músicos (Lugy, cotoño, pierro, nando y el resto de la barra), hippys vendiendo maricadas.
Viendo la devoción por ese falso médico, tal vez me nació la mía por la medicina; cómo sería la romería con un M-D de verdad cuando hiciera una cirugía también de verdad?. Por ahí voy encontrando las señales que me hizo el Creador para forjar mi destino. O sea que Don Marañas, fue mi profeta MARAÑAQUÍAS.
Néstor Giraldo Macías
Med, marzo 98
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