domingo, 18 de noviembre de 2018

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ



Cómo no hacer un reconocimiento a esos ilustres estudiosos de la historia de Yolombó, que sacrificaron sus tiempos para conocer sobre la existencia del territorio, hechos y costumbres, estoy seguro que son muchos los que le dedicaron horas y horas a investigar el pasado de nuestro municipio, pero citaré algunos y conforme a mi conocimiento, hicieron más visibles los esfuerzos para trasmitirnos ese cúmulo del saber. En forma indefectible veo a los doctores Alfonso Barreneche Estrada, Julio César Arroyave Calle, Germán Isaza González, al historiador Javier Osorio Molina y al inquieto de Jorge Gallego Gallego, a quien conocí hace poco tiempo y me descrestó con la propiedad y familiaridad que habla de Yolombó a pesar de no ser yolombino de nacimiento. A ellos mil gracias y a quienes no cité mil disculpas. 

Las lecturas de la historia de mi pueblo siempre me agradan, muchas me causan nostalgia, otras me activan el recuerdo, algunas son graciosas y las hay también que reviven el dolor y no faltan las del horror; haciendo honor al título de la columna me lanzo al ruedo para contarles que fue " Lo que el viento se llevó"; cómo era esa parte de Yolombó que llevamos en el corazón y, para ello narraré cómo era mi casa en mi pueblo, advierto que no quiero ser fastidioso o sobrado al hablar de la vivienda de mis padres ya que muchas de las casas de mi pueblo tenían características similares y, para qué hablar de la casa del vecino siendo que en la de mis padres me atendieron mejor y no seré calificado como entrometido. Al entrar encontraba la puerta que daba a la calle siempre abierta sus dos alas; hacia adelante y luego de un pasillo estaba el portón igualmente de dos alas y que daba la oportunidad de mirar hacia adentro de la casa, el portón siempre cerrado por dentro con aldaba; al entrar a mano derecha un aguamanil, ahí se podían lavar las manos y secarlas, aun lado de éste estaba un perchero donde mi papá colgaba el sombrero del momento; se observaba de inmediato el patio enmarcado por corredores amplios; se observaban varias puertas de dos alas para ingreso a las habitaciones , incluyendo allí las de la sala de recibo y el comedor el cual era cubierto por vitrales de unos colores señoriales; a un lado del corredor veíamos un pasillo que nos comunicaba con la parte de atrás de la casa y, desembocaba en un corredor sostenido por unas columnas y madera que lo mantenían en sus alturas , el corredor presentaba la seguridad de no caernos al vacío por una fila de chambranas, por donde a veces le dábamos alivio a la vejiga lanzando nuestros chorros más allá del zapote o del naranjo, el avanzar del chorro fue las primeras pruebas prostáticas que comenzamos a superar, en razón de vivir el la casa que construyeron y vivieron la familia de Antonio Aguilar Jaramillo y Anita Carrasquilla, familiar ésta de Tomás Carrasquilla quien se hospedaba en sus pasos por Yolombó en la casa , me daba por pensar que el aguacate , que por su distancia era de mayor esfuerzo alcanzarlo a mojar, era el mismo árbol al que Peralta, de la obra " A la Diestra de Dios Padre " , retuvo a la " pelona" por largo tiempo para que no se diese más muertos y dependía de la voluntad de Peralta su liberación, según concesión dada por Dios; el corredor servía de comunicación con la pieza del servicio - que tristeza se decía cuarto de la sirvienta - igualmente era el corredor que daba acceso a la cocina donde se veía el garabato donde colgaba la carne de la semana, igualmente una piedra grande en forma de batea donde la asistente de oficios varios procesaba la masa de las arepas, arreglo de aliños y otros menesteres propios de lugar, además de la maquina de moler incrustada en un borde del poyo del fogón estaba un barril o caneca donde se recogía el agua, ya que ésta, en todo el municipio se prestaba el servicio por horas; mesa de trastos y un mesón para utensilios de cocina y guardar alimentos. El corredor comunicaba la cocina , la pieza de planchar y los servicios.

A mitad del corredor de atrás estaba la puerta de acceso al cuarto donde se guardaba los elementos o botiquín para los animales, había que curarle la " pipa" a la gallina, tumor que les daba en la lengua; el " polvillo" trauma en el casco de los caballos, etc.; lo más elemental y a la vez diciente de este lugar era el de tener ordenado los aperos, sillas de montar en bestia conocidos también como avíos y todo lo pertinente a los caballos que alquilábamos y eran parte de la economía familiar; espacio comunicado con una puerta que daba acceso a unas escalas fijas para llegar al subterráneo, allí encontraba las gallinas sus nidos y era el lugar de su alimentación; además el lavadero para aseo de la ropa y el pilón para quebrar el maíz ; aun lado el ordeñadero donde ingresaban las vacas arriadas por el " paje"- me suena duro pero así se le llamaba al asistente de vueltas y vueltas-no se me puede olvidar las ricas postreras, leche producto de la bajada, y que eran guardadas en la alacena para almuerzo o comida. Un poco más alejada estaba la pesebrera para los caballos, dotada con todos sus fierros : máquina pica caña, canoa para el cuido, bongo para la bebida y, cuando se requería bañarlos debíamos ir a la quebradas " Pavas " o " la olleta", programa al cual participaron la mayoría de la muchachada de mi época prestos a disfrutar de la montada a caballo, la disposición a ir hasta la quebrada no sólo era de los muchachos de la Calle Colombia ya que internos del colegio así lo rogaban y, con nostalgia en nuestros encuentros me lo recuerdan.

En mi Yolombó la mayoría de las casas son similares a la que me vio nacer , sus fachadas reflejan alegría y comodidad, todas tienen aleros, ventanas y éstas postigos que dan fe del asomo de las coquetas mujeres fisgoneando a los muchachos que sufren por no estar a sus lados y ellas gozando el dolor de los pretendientes; esa estrategia es de ellas y siempre ganan. Todas las casas del pueblo tienen solar y en él se ven cultivos diversos, no les falta el naranjo, el zapote, el plátano, el guayabo, el limón y algunas matas de caña de azúcar que a veces son recogidas por los trabajadores de la máquina o trapiche para convertirlas en panela y uno que otro blanquiao; recordemos que las tierras de Yolombó tienen vocación y cultivos extensos de cañadulzales y, por ello gran reconocimiento por la cantidad de panela que produce. 

Les puedo asegurar que de leer este artículo mi hija me dirá que estoy haciendo el " oso ", qué cuál zaguán, igualmente" lo diría al leer " postigo", " sirvienta", "paje"," subterráneo, ,"pilón ", "aguamanil "," alero" y un cúmulo de palabras perdidas por desuso; por el contrario, resulta que nos convertimos en políglotas, es así como nos lanzan frases en latín cuando nos responden " amén " o el dona y domine ; en inglés con el OK el yes o el open; el italiano con el bambino y, eso sin acudir a la jerga de gonorrea , marica, chimba y tampoco dejar en el olvido " qué voy a saber güevón" de Rigoberto Uran.

Ah, la huerta de la casa de mis padres era más generosa en su extensión, así lo exigía las circunstancias, pues el cañaduzal debía ser más grande ya que le proporcionaba suficiente alimentación para los caballos y a su vez la siembra de cuido de corte como el gramalote y la india; en el mantenimiento, desyerbe y rosada tanto de la huerta como del potrero estaban a cargo de los "peones", así se les conocía a los trabajadores procesadores del agro, para lo cual recuerdo con gran cariño a Gregorio y Elías Mazo, padre e hijo, hombres buenos cariñosos, leales ,comprometidos y recibieron de nuestra parte el estímulo que reflejaba reciprocidad en el trato. Ambos me regalaban " conejo " subproducto en la elaboración de la panela, ya que igualmente trabajaban los fines de semana en " La Vega" , molienda de Nicomedes Osorio. 

Casas similares con potrero anexo, como la nuestra, recuerdo en la Calle Colombia la de Octavio Romero,Marcos Cárdenas, Elisa Osorno, Abelardo Zuluaga, Marcos Jaramillo, Gabriel Cuartas y luego pasó a ser propiedad de Alberto Romero Cardona; para los lados del Retiro la de Ana Beiba Sánchez , no recuerdo bien de la campesina, pero veo ahí a Deogracias Cardona y en Chiquinquirá la de Simón Gil.

Qué casonas, que espacios tan bondadosos, que disfrute de viviendas y que presentación colonial, la cual se ha venido perdiendo al cambiar la tapia por adobe y la piedra por cemento ; lo que vemos ahora causa nostalgia y arrugas en el corazón, " siquiera se murieron los abuelos ". Jorge Robledo Ortiz.

Jairo A. Gallego Berrío
Jairoalfonsogallegohotmail.com

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