jueves, 20 de diciembre de 2018

FELIZ AÑO


Por esta época de enero ya los niños Yolombinos habíamos destruido los endebles regalos que el Niño Dios se había dignado mal-repartir, pues nos tocaban siempre unos carros de madera o de latas de galletas Nacional que pintaban con brocha gorda y se despintaban al día siguiente y un día y otro también, se les caía una rueda imposible de volver a colocar y terminaba uno arrastrando un carro más maltrecho que el camión de don Luis Montaño, la Bola o El León de Apure. Y digo arrastrando porque no eran de impulso, menos de cuerda, ni riesgos de pilas y muchísimo menos de control remoto, pues estos fueron inventos posteriores, luego de los estudios adelantados por el Niño arriba mencionado; eran pues, de resistencia o sea que se les amarraba una cabuya o varios cordones viejos unidos y al que más resistiera arrastrándolos por las estrechas aceras de mi pueblo, pues las calles empedradas eran difíciles hasta para las bestias.

Recuerdo con agrado un carro de madera plancho, talvez imitando un descapotable o convertible, que fue un descreste en la flota navideña, y era más o menos un tronco de madera, al cual les hicieron unas muescas que parecían sillones, el timón y el tablero eran pintados y todo el resto era verde, haga de cuenta un sapo estripado, por llantas tenía unas tapas de gaseosas unidas por pines a la carrocería y que al primer pique volaron a la quinta porra, lo que no fue impedimento alguno para jugar con él unos días más.

En otra navidad tuve un camioncito de latas de galleta, pintado de múltiples colores e infinidad de aristas y puntas cortantes que lesionaban al conductor y cuando me daba por lavarlo o brillarlo quedaba todo lleno de rasguños como si en vez del tal camión, hubiera estado bañando un gato. Allí se transportaban los adornos del pesebre para ira de mi madre porque se lo desbaratábamos. 

Ya más mayorcito y parece porque el Niño estaba más pudiente o Yo más juicioso o porque mi hermana la mayor trabajaba con don Pedro Cantinazo en la Caja Agraria, me trajo un carro de policías rojo, de impulso, con sirena, que fue la más preciada de mis pertenencias y me hizo jurar y rejurar que de adulto sería un serio guardián de la ley, con sirvienta de novia y todo.

Pero gozábamos, y como la pobreza iguala; así los carros fueran de diferente modelo, según la riqueza de las familias o las preferencias del Niñito aquél, a esta hora ya todos los carros estaban chatarriados y a duras penas teníamos algo al terminar las vacaciones, en las primera semana de febrero y en eso si les damos palo a los estudiantes de ahora que comienzan a estudiar a mediados de enero. 

Estábamos ahítos de comer natilla y buñuelos de todas las marcas, pues debes recordar que cada familia en donde los hacían, mandaba la ‘pruebita’; en la casa iban almacenado y dándonos de a poquito y teníamos natillas de maíz, maizena, arroz, con coco, sin coco, ahumadas, grumosas, blanditas, como piedras, oscuras, pálidas, gelatinosas y como no había nevera, todas indefectiblemente a los tres días tenían lama, la misma que misá Berta limpiaba con un trapo mojado y nos la hacía comer porque era pecado botarla y de ‘eso no se ha muerto nadie’. Lo mismo ocurría con los buñuelos: duros, redondos, deformes, apelotonada la masa, vinagrosos, crudos, rojos, etc. 

La natilla de mi madre era de maíz, dura brega que comenzaba mucho antes del 24, pues había que cocinar el maldito, molerlo varias veces, cada vez con la máquina más apretada, hasta convertirlo en polvo y revuelto en su propia agua de cocción, colarlo, para lo cual se escogía la mejor sábana que tuviéramos en casa (el afrecho, para las gallinas), agregarle panela, a veces leche, canela, clavos y un trocito de coco comprado donde Azarías. Montar un fogón con buena leña para todo un día y a boliar mecedor hasta que San Juan agache el dedo, dé punto, sin dejarla pegar y menos ahumar. 

Para los buñuelos, mi dulce madre, nunca tuvo la fórmula adecuada, sobre todo para la forma, pero eso sí: nunca fueron redondos, eran alargados como un zepelín lleno de tetas por todas parte, que en la fritada quedaban tostaditas, cujientes… y eran deliciosas. 

Cuando de pronto se les iba la mano o sobraba dinero, también nos hacían tamales o morcilla, esta última hecha en un paseo donde Miguel Macías (el hermano de mi mamá según Jorge y viejo de mala recordación para mi hermanita), cuya mujer Etelvina era especialista en la materia y le agregaba esa aromática, exquisita y exótica mata de poleo, que entre otras cosas, no he vuelto a ver.

Muy ocasionalmente llegaban viandas de otras casas el 28 de diciembre, pero había que recibirlas con recelo por ser día de los inocentes y nos podía pasar un chasco. Recuerdo con placidez que doña Regina ‘tenía un ojo’ para esas charlas que ni para que te cuento. Era la campeona y era preciso que ese día enviaba dulces de diversos colores que daban ganas de comer de una tarascada y resultaban ser engrudo con anilinas. Pero se fajó un día que envió unos buñuelos redondos, olorosos, relucientes y calientes que como relleno tenían algodón, aún no salgo de la sorpresa que me causó esa ocurrencia y desde entonces está doña Regina en el altar de los inventores de bromas de más alta calificación. Mi mamá después del mordisco que le pegó al primer buñuelo, reír un rato e insultar inocentemente a la autora de tal descalabro, lo partió y con él, le limpió un raspón que se había hecho alguno de los muchachos en la rodilla. No sobra decir que raspó los demás y guardó los algodones para obras pías posteriores embadurnados de alcohol y sal. Metémele pluma a este invento. 

Aunque no siempre en diciembre, mi hermana la menor, nos deleitaba con coloridos dulces de naranja, única fórmula culinaria que aprendió y perfeccionó hasta llegar a servir porciones que podían llegar a tener hasta cuatro colores nítidamente separados que daban ricura al sabor agridulce del potaje, bañado en almíbar amorosamente preparado. Lista estaba pues para el matrimonio, con ese acervo de conocimientos culinarios y así lo hizo. Creo que ha servido, pues aún no la han devuelto y menos la han repudiado. (También salió bueno para lo otro: que lo digan sus 6 hijos). En todo caso, a Lolo le fue mejor que al pobre negro, pues mi hermana la mayor, cantaba dulcemente, echaba cantaleta a lo desgualetado y se le quemaba un agua hervida. Dios guarde a todos. 

A los tales Reyes Magos, no les parábamos bolas, pues regularmente, nada nos traían, solo conocíamos de ellos que eran tres: uno grandote que hasta bobo sería, otro calvo y pequeñito que debía tener algún bizco en los pies porque siempre estaba agachado, como encogido y un negro, seguramente infiltrado en ese paseo; sus pintas eran de pobres o aparecidos, pues era imposible que todos unos Reyes anduvieran solos, a pie, sin ejército o por lo menos unos cuantos sirvientes que atendieran sus necesidades, se los imaginaba uno arrimando a una tienda a almorzar con una gaseosa y un pan, previa pedida de rebaja y ñapa, para salir de nuevo a caminar y mirar para el saraviado. Mejor dicho, si no tenían para ellos, mucho menos para traernos algo, esos muertos de hambre. Algunos niños que no habían recibido nada el 24, por olvido del Niño o de sus padres o porque no tenían dinero (Ahora lo sé todo!), comprometían a los reyes a cumplir esa tarea. 

Debo aclarar dos cosas: 1- solo se traían regalos a los niños, pero el comercio nos convenció, a través de los años que el cuento era para todos, y 2- siempre, los traídos fueron de cuenta del Niño Jesús y no del viejo Noel, Santa, San Nicolás, o como quieran llamar a ese usurpador de sueños, invento de europeos envidiosos y descreídos. 

En la simplicidad de nuestras vidas se alberga lo bello y bueno que hemos tenido. Y los recuerdos, nos sirven para compensar las amarguras del presente. Para mi hermana, la menor, que me alcahuetea estos disparates. 

De tu hermano mayor, el Nesticor, Medellín 6 de enero del año del jubileo, o sea el 2000.
Néstor Giraldo Macías

miércoles, 5 de diciembre de 2018

DEVALUACIÓN MASCULINA


FRUTOS DE MI CEREBRO

DEVALUACIÓN MASCULINA
(Orlando Buitrago López)

Perdonen la tardanza , pero apenas este 19 de noviembre supe que existe el DIH ( Día Internacional del Hombre). Ocurre desde 1.992 ( ¡hace 26 años !), cuando un osado profesor de la Universidad de Missouri, Kansas, estableció que en esa fecha se celebren actos que eleven el decaído ego de los que alguna vez fueron los ordenadores el mundo. Se tiene el apoyo de alguna dama de Cultura y Paz de la UNESCO, así como la Organización Panamericana de la salud. 

Y ¿ por qué no hay “gloria inmarcesible, ni júbilo inmortal” ? Pues porque desde la madre Eva que le involucró la fruta prohibida al tarugo Adán, con el cuento de volverse como el “dueño de la hacienda”, hemos sido “segundiados”, embaucados, engatusados y los demás “ados” (como tarados). 

El hombre siempre fue cautivo de los estereotipos de género. –No llore mijo que su mercé es un varón- nos repetían cada tanto ; -los machos no lloran – un consuelo de tontos cuando algún compañero de estudios nos volvía “chicuca” ; -levántese y vuelva a montar, cuando un burro sacudía nuestro esqueleto, que iba parar al camino. Siempre en función de guapos. Una “tusa”, esa cosa que le hacía a uno cosquillas en las denominadas tripas, cuando alguna flacuchenta de dientes con frenillos, nos mandaba pa’l carajo, vale decir, nos prohibía volver a dirigirle la palabra, había que aguantarla a palo seco. Cuando se es masculino, no se puede lagrimiar. 

Al fin, uno resuelve acercarse al himeneo, luego del consabido suplicio de “marcaje de tarjeta”. “ Nochemente” hay que raspar la cara con barbera, para quedar bien presentado; sudar para llegar a tiempo a la cita amorosa, hasta que se decide visitar la joyería para comprar la argolla. Un buen nombre para ese preciado adminículo, que según el diccionario, traduce como “ aro que sirve de amarre o asidero” . Irónica definición para un nuevo estado. Al pobre novicio le aplican la reversa, porque ante el cura, la novia acepta sin ambajes el cumplimiento de la epístola de San Pablo (patrón de los casados) que dice : “Estarás bajo la potestad de tu marido” . Días mas tarde, si se les reclama su cumplimiento, la respuesta genial es : - “ ¿ que qué ? – oigan a a este – ¡ sueñe ! – ”

Pero se fueron esos tiempos. El cristo se puso de espaldas. Las damas se tomaron confianza y el resultado fue un mundo femenino. En los salones de las universidades se sentaban veintitrés mujeres y dos hombres. Los cargos públicos por ley, compartidos; en los deportes, ganan por “ goliada” y en casita, ni especular. Salen a las seis de la mañana y regresan cuando la luna comienza a declinar. Mientras tanto, el santo varón ha hecho las camas, lavado la loza y acostado los chicos, no sin antes contarles veinticinco fábulas de Esopo y sufrido siete “iracundias” que lo llevan al borde del paroxismo. 

Las imposiciones ya son arcaicas. Todo debe ser concertado, fruto del diálogo. Ellas hablan, nosotros decimos que sí. Cualquier insinuacion o descontento, corre el peligro de alcanzar el podio del “los derechos humanos” , o el “Comité internacional de las viejitas desvalidas” . Nada por hacer. Ellas ganaron. 

Por fortuna, en mi organizado domicilio nunca ha ocurrido algo así. Aquí se hace lo que yo … -Ah, si mi cielo, ya voy- . Estoy terminando… – ¿ ah, que ya ? - . Lo que digas… Le pongo doble llave a la puerta sin chistar, voy detrás de mi cielo para la caminata vespertina. ¡ No hay como la independencia !
Orlando Buitrago López
"Amigos Creativos" Biblioteca Pública de la Floresta, Medellín

domingo, 2 de diciembre de 2018

MONUMENTOS


Viendo, en las fotos que nos envías, esa mano de monumentos, estatuas y lugares que son orgullo de pueblos y ciudades, al lado de los cuales uno posa para la foto y luego dice con satisfacción a los amigos: he aquí el monumento de tal y tal de la ciudad tal ... y esa manchita roja que no se ve por estar tapada por esa columna, soy Yo, cuando estuve allí, donde además conocí unos amigos de Pereira lo más de queridos, que están cansados de invitarme para que les haga la visita, algún día voy; me viene a cuento, el cuento de muchas cosas que con solo verlas identifican su lugar de origen: la torre Eiffel, el Arco del Triunfo, la Estatua de la Libertad, El Corcovado, el Vaticano, el edificio Coltejer y otros. Por encima de todos, el lugar común a los pueblos y villorios es la iglesia: siempre es la más grande, monumental, orgullo de los parroquianos que fácilmente identifican entre miles, son irrepetibles, impetuosas e imponentes.

Igual ocurre con mi pueblo, con ver la foto de la iglesia, nos da cutupeto, se asoman las lágrimas, se escaramucea la piel y desde lo más profundo de nuestro corazón sale un suspiro tirando a sollozo que nos devuelve a los años mozos cuando sacando pecho alguien nos decía: de 5 naves como pocas en el mundo, altar de mármol de Carrara, campanas y órgano Italianos y la segunda de adobe en el mundo (La primera era la catedral de Medellín). Obra gigantesca que sólo un pueblo religioso como el nuestro era capaz de erigir a su Dios.

Pero Yolombó fue pródigo en monumentos, estatuas y otros. Además de la iglesia, teníamos los siguientes:

El Salvador: en el morro del mismo nombre, de unos 3 metros de altura (sin contar el pedestal), ancho, y con los brazos cruzados como queriendo recibir a toda la aldea en su seno y con un gesto de máximo protector. Delante de Él estaba el tanque del agua, cápsula interplanetaria parada en zancos , que surtía de vez en cuando de un líquido pantanoso a la sedienta población y cuya estructura fue copiada por los Rusos cuando les dio por mandar a Yury Gagarin al espacio, pues la nave espacial Sputnik era igualitica al maldito tanque, tanto que cuando salieron las fotos en la prensa y sus imágenes en TV, retiramos los embajadores de la URSS y salimos en manifestación, con pancartas y todo hacia el morro Salvador en señal de protesta por tan magno desafuero, encontrando la dichosa "nave" enhiesta en la cima para satisfacción nuestra y salvación para los rusos copietas.

Simón Bolívar: como cualquier parque en Colombia que se respete, allí estaba la estatua de nuestro libertador como mayoral de nuestra plaza central, en alto y elegante pedestal, espada desenvainada, mirada al frente, capa recogida, cual buen defensor y tutelar de la comarca. (y sin caballo).

Algún día fue a nuestros lares un empleado de los juzgados, borrachino él, que armaba bochinches en las cantinas diariamente. En uno de ellos fue expulsado a palos con su compañero de juerga, con quien armó con mesas y taburetes un altar detrás de la estatua de Simón (Que entre otras cosas era igualitico a Luis Felipe Duque) y con sevicia y sobreseguro le asestó un botellazo en la cabeza a la vez que le gritaba:
tomá por libertar tanto hijueputa....
Resulta que uno de los hijueputas en forma de policía le estaba esperando la bajada y con voz de 
sargento, le dijo:

Queda detenido por ofender al Padre de la Patria... 
Esta derrota de mi general Bolívar , no aparece en los anales de su historia, pero es la segunda más humillante, luego de la noche septembrina, cuando el chusmero de Santander iba a salir de Él.

Don Ricardo Olano: bajando a la plaza de mercado (anteriormente estuvo en plaza vieja), en pedestal alto, estaba su busto, medio calvo y avejentado. De este señor, intrascendente, se contaba que había inventado las Sociedades de Mejoras Públicas, pero parece que olvidó sus reglamentos o propósitos porque nadie sabe para que diablos sirven.

A la madre: a la entrada del cementerio, también en mármol y también traída de Roma; era una señora alta de pelo largo, cargando un niño y con otros a sus pies, a uno de ellos le faltaba un pedazo de un pié; contaba mi madre toda tierna, que en la traída se le había quebrado el piecesito y que no lo arreglaron porque así quedaba más lastimoso y lastimero.

El obelisco del cementerio: compite con cualquier obelisco del mundo, de unos 40 metros, terminado en una cruz, donde se subía un viejo llamado Marquitos García que se paraba en la cabeza sin amarrarse a nada y a matar a la gente del susto, en la base tenía 4 ángeles descomunales, 2 con trompetas y 2 pidiendo silencio, no sé si a los otros ángeles o al público para poder oir las trompetas del juicio final, pues se decía que cuando ellos las sonaran, los muertos se levantarían para ir a ese camellito.

Debajo de esa plataforma, quedaba el altar de la Vírgen del Carmen quien dolorosamente ofrecía su escapulario a un montón de gentes que padecían los terribles tormentos del purgatorio, con caras desesperadas y suplicantes. Bajo el altar había una calavera encima de dos huesos en equis y la más miedosa leyenda que torturador alguno se hubiera inventado:

"Como te ves, me vi
Como me ves, te verás
No ofendas a Dios,
Que estás muy cerca de estar aquí".

Uno leía eso y quedaba como un zomby, rezaba, expiaba sus pecados y juraba no volver a cometerlos.

Monumento al Palo: en la vía que comunica con el Cariño, hay un puentecito que al parecer fue construido en el cincuentenario pues a su lado está "el monumento al cincuentenario" supongo que 50 años de municipio o algo así, porque nunca en las clases de cívica nos lo enseñaron. Encima de un pedestal de más o menos un metro, reposaba un estacón en cemento de mas o menos metro y medio, insignificante, sucio, perdido entre las malezas y que los muchachos decentes llamaban "Monumento al Palo" y los no muy decentes (esos malcriados de callabajo) "Monumento al chimbo", aunque para decir la verdad, todo el mundo decía sencilla y llanamente "Puentechimbo", así, de corrido. Como homenaje a él, el 31 de octubre, día del árbol, sembrábamos montones de ellos por los alambrados que limitaban la carretera que allí conducía (Luego, fue en Yolombó donde se inventó el cuento de la ecología), y desde la casa de don Tabaco hacia abajo íbamos cantando:

"Sembremos nuevos árboles,
la vida nos convida..."

De manera que del cuento aquél de hacer 3 cosas en la vida, cumplíamos a muy corta edad con uno de ellos.

Otros que no llegaron a monumentos, pero que lo merecieron, pudieran ser: La vírgen del Carmen del Bosque, que en realidad tuvo una época floreciente perdida por una carretera nueva y que fue administrada en sus buenos tiempos por el Mono Ibarra, el puente del Canalón, la casa de 2 pisos de la plaza de ferias, el Cristo de Guanteros, la cantina de Julita y el hotel de Guereve.

De manera que podríamos crear una agencia de turismo que promoviera la visita a nuestro terruño y sus monumentos, pues un paseo por todos ellos, rematado donde Julita sería inolvidable.

Londres puede tener la Torre del Reloj, pero nosotros tenemos el Monumento al Chimbo, y el reto es a que encuentren otro igual en el mundo... y les encimamos el hotel de Güereve.

Medellìn, 12 mayo 1998
Néstor Giraldo Macías